Antonio
B. Castillo Hernández nació en Almería, en la
calle Escuela del periférico barrio obrero de Los
Molinos de casas subvencionadas. Aprendió a leer y
escribir en la escuela pública que le dio nombre a
su calle y con las monjas Siervas de María.
Con su bicicleta recorría a diario
los dos kilómetros de tierras de cultivo que
separaban su casa del centro urbano para acudir a las
clases de bachillerato del instituto de enseñanza
media Celia Viñas, primero, y Nicolás Salmerón
después. En éste último fue donde se despertó su
interés por la literatura, principalmente por la
poesía, y por otras formas de expresión
artísticas. Desde entonces forma parte de su vida
cuando él mismo afirma que es la válvula de escape
y su catalizador personal y silencioso. Hecha sin
ambiciones, nos la muestra tras muchos años de
dedicación.
Granada le
enamoró con su belleza y la franqueza de sus gentes
y allí le cautivó a su vez la mujer con la que se
casó y ha tenido tres hijos. Estuvo un año
asistiendo a clases de dibujo en la Escuela de Bellas
Artes. En su Facultad de Medicina se licenció en
1975.
Este mismo año comenzó a ejercer
como médico rural en Tabernas (Almería), donde vivió dieciséis. En
este periodo de tiempo aprobó oposiciones
reafirmando su plaza como propietario de Asistencia
Pública Domiciliaria (APD), realizó la especialidad
de Medicina de Trabajo y fue el primer teniente de
alcalde en la democracia de este pueblo.
En 1990 se trasladó a un centro de
salud urbano en Almería donde ejerce, desde
entonces, como médico de Medicina de Familia y
Comunitaria y sigue compaginando su labor asistencial
con la escritura y la pintura.