__Lato, lates
Pequé también deshojando la
flor y al pisar la hoja muerta.
No inventé
rencores ni avivé amor sosegado.
Soy ave de paso.
Pierde mis huellas el río que cruzo
o sepultadas en
polvo, la brisa las mata.
El gineceo me
brindó su polen y olvidé otra flor muerta,
sintiendo el
mismo y vacío frío intenso.
Como hojas
yertas los años caen de la copa
del eterno ideal
a la quebrada sin fondo.
Sí, lato. Sí,
lates; pero todo es monótono y quieto,
flor y hoja es
estiércol donde no hay fuego.
De tanto andar
el mundo tiene las suelas rotas,
un alma
distraída se alumbra por seguir adelante
y a grito pelado
llama a quien ara la tierra entera.
Como hormiga en
una senda marcada
camino sin saber
si avanzo o regreso.
¡Enseñaré a
un inocente a llevar flores de muerto!
Sin fin ni
objeto me hallo emplazado en el camino
como agua
estancada o noche en inicio,
como árbol
prolífico en un frondoso jardín.
Velero cansado
de tanto mar y tanto cielo,
nardo desfallido
bañado de continuo en rocío albo,
niebla gris
desnuda al fin, que de amar tiembla,
pálido algodón
de invierno soy, caído en lodo frío,
buscando el faro
guía y los diques pardos del remanso,
tu brisa de
tierra adentro y tu voz dulce y cálida,
el ascua de tus
dedos y los senos de una virtud ázima.
Tornasoles de
crisis viva son mis pensamientos,
mis
sentimientos, sedimentos calcáreos e impermeables,
mi alma se forja
entre la duda y el pensamiento
y arrastrado
corono, lentamente, la verdad.
Humo soy cuando
la busco ascendiendo hasta la sonrisa
del hombre
perdido, a imagen y semejanza.
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